Columna de opinión de Mauricio Zambrano-Bigiarini, investigador del (CR)2 y académico de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad de la Frontera. Publicada en El Mostrador.
No podemos solucionar un problema que no entendemos en su totalidad. La escasez hídrica en un lugar es el resultado de una interacción compleja entre anomalías meteorológicas, procesos hidrológicos y cambios en el uso que el hombre hace del recurso. Nuestra incapacidad actual para analizar y gestionar adecuadamente la escasez hídrica apunta a una falla en nuestra comprensión del problema en su totalidad, y a datos y herramientas inadecuados para monitorear la evolución del agua en el tiempo.
Unas 400 mil personas de sectores rurales se abastecen de agua mediante camiones aljibe. El presidente de la República elevó el tono de preocupación por las 56 comunas con decreto de escasez hídrica y 111 comunas con decretos de emergencia agrícola, y anunció medidas para contrarrestar los efectos del avance de la sequía y la escasez hídrica en el país.
Sin embargo, para poder resolver un problema de forma adecuada no se puede definir el “cómo” sin haber antes definido “cuál” es el problema y “para quién” queremos solucionarlo. En el caso particular de las comunas afectadas por emergencia agrícola y escasez hídrica pareciera evidente que el problema es la falta de agua. Sin embargo, la falta de agua es solo un síntoma del problema y no el problema en sí. De hecho, en el discurso presidencial -y en el uso cotidiano- se utilizan indistintamente los conceptos de sequía y escasez hídrica como si fueran sinónimos. La ciencia hace una distinción clara entre ambos términos: sequía es la falta temporal de agua comparada con condiciones normales (por lo tanto se debe a condiciones climáticas), mientras que escasez hídrica es el desbalance de largo plazo entre la oferta y la demanda de agua (es decir, dependiente de la actividad humana y el clima).
De esta manera, el problema que afecta a distintas comunas de nuestro país y para el cual debemos proponer soluciones es la escasez hídrica. Para poder caracterizar este problema debiésemos ser capaces de hacer un balance hídrico en cada una de las cuencas afectadas, donde tanto la oferta (precipitaciones, embalses superficiales y acuíferos) como la demanda (agua potable para consumo humano, agricultura, minería y otras actividades industriales) estuviesen adecuadamente cuantificados y monitoreados a lo largo del tiempo, de forma tal de poder evaluar de manera objetiva si las medidas que se implementen como solución efectivamente justifican la inversión realizada. Sin embargo, en la mayoría de las cuencas de nuestro país solo disponemos de estimaciones generales (y no actualizadas) tanto de la oferta como de la demanda, lo cual impide entender que los flujos de agua no saben de códigos, de derechos de aprovechamiento, ni límites administrativos, y que una vez que el agua se agota en una cuenca es un problema de todos los que viven en ella y necesitan del agua.
En muchos lugares de Chile se ha enfrentado la escasez hídrica construyendo obras, como los sistemas de Agua Potable Rural (APR) en base a pozos que extraen agua desde los acuíferos. No obstante lo anterior, la mayoría de las veces no se conoce ni el volumen ni la recarga del acuífero, ni la cantidad de agua que extraen todos los usuarios, resultando en que un sistema APR proyectado para 20 años se agota en 5 años o menos. Por otra parte, la construcción de embalses para hacer frente a las sequías y la escasez de agua es una de las soluciones que primero se nos viene a la mente para combatir la falta de agua. Sin embargo, existen casos documentados donde al aumentar el suministro de agua aumenta también la demanda, lo que rápidamente anula los beneficios iniciales de los embalses, aumenta la vulnerabilidad de los sectores afectados, y de esa forma aumenta el daño potencial causado por las sequías.
No podemos solucionar un problema que no entendemos en su totalidad. La escasez hídrica en un lugar es el resultado de una interacción compleja entre anomalías meteorológicas, procesos hidrológicos y cambios en el uso que el hombre hace del recurso. Nuestra incapacidad actual para analizar y gestionar adecuadamente la escasez hídrica apunta a una falla en nuestra comprensión del problema en su totalidad, y a datos y herramientas inadecuados para monitorear la evolución del agua en el tiempo. Por lo tanto, para solucionar el problema de escasez hídrica en una cuenca se necesita necesariamente de una gestión integrada de los recursos hídricos de la misma, con organizaciones de cuenca donde todos los actores se puedan sentar en una misma mesa, a pesar de sus diferencias, y puedan transparentar los datos de oferta y demanda de agua para así identificar soluciones que satisfagan las necesidades de todos los que requieren de este vital elemento.