Según los parámetros de la Historia, la del Cambio Climático es breve, pero tiene un alcance que la humanidad no logra dimensionar. En 1990 la Asamblea General de la ONU inició las negociaciones para lograr una nueva convención en el tema. En 2001, el acuerdo de Marrakech incluyó el Protocolo de Kyoto adoptado por varias naciones junto con el inicio de un mecanismo de desarrollo limpio. Más tarde, tras cuatro años de negociaciones, en diciembre de 2015, los líderes de 195 países suscribieron el Acuerdo de París que reconoce la urgencia de limitar el aumento de la temperatura promedio global a menos de 2°C.
En este esfuerzo por mitigar las emisiones y los efectos del cambio climático, la educación surge como una herramienta para crear conciencia y fomentar acciones, por ejemplo, el Programa de Indagación Científica para la Educación en Ciencias – ICEC del MINEDUC Chile, promueve acciones pedagógicas orientadas a la mitigación y adaptación hacia la Educación en Cambio Climático. Al mismo tiempo nace en París, Office for Climate Education para «organizar una fuerte cooperación operacional internacional científica y educacional en el ámbito de la educación en cambio climático» (www.oce.global). Una de estas iniciativas fue la Conferencia Internacional Educación en Cambio Climático que en mayo de 2019 convocó a especialistas de Latinoamérica para compartir visiones y experiencias para generar redes y fortalecer la formación de una ciudadanía activa en el cuidado y protección del medio ambiente.
Este año la canciller alemana, Angela Merkel, abrió el Diálogo Climático de Petersberg diciendo: «El Coronavirus nos muestra de manera dolorosa que la cooperación internacional es crucial. Es claro que entre más trabajemos juntos, más evitaremos el sufrimiento humano y las distorsiones económicas, o al menos podremos contenerlas». A lo que Carolina Schmidt, presidenta de la COP 25, sumó la necesidad de actualizar las reducciones suscritas en el Acuerdo de Paris (NDC) y ser más efectivos en el combate de la crisis climática.