Análisis CR2 | El impacto de las plantaciones forestales en los ecosistemas de Chile

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Susana Gómez-González, Departamento de Biología-IVAGRO, Universidad de Cádiz, investigadora adjunta CR2; Alejandro Miranda, Departamento de Ciencias Forestales, Universidad de La Frontera, investigador adjunto CR2; Mauro González, Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio, de la Universidad Austral de Chile, e investigador principal CR2; Carlos Zamorano-Elgueta, Departamento de Ciencias Naturales y Tecnología, Universidad de Aysén, investigador adjunto CR2; Rocío Urrutia-Jalabert, Departamento de Ciencias Forestales, Universidad de La Frontera, investigadora asociada CR2; Jorge Hoyos-Santillán, investigador adjunto CR2; Gabriela Azócar, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, investigadora asociada CR2; Noelia Carrasco, investigadora adjunta CR2; y Antonio Lara, investigador asociado CR2

  • La pérdida de bosque nativo en Chile ha sido causada en un 38 % por reemplazo de pinos y eucaliptos
  • Los procesos productivos de las plantaciones (como la tala rasa) y los incendios actúan como una fuente de emisiones de carbono a la atmósfera
  • Los paisajes dominados por plantaciones de especies exóticas reducen los caudales de agua, y favorecen la ignición y propagación de incendios de mayor envergadura
  • En los territorios marcados por la presencia de plantaciones forestales son altamente frecuentes los conflictos socioecológicos

Según datos de CONAF, en Chile las plantaciones forestales de pino (Pinus radiata) y eucalipto (Eucalyptus spp.), cubren cerca de tres millones de hectáreas, superficie que tuvo un significativo y sostenido aumento desde la creación del Decreto de Ley 701 en 1974, en especial en la década de los 80. Aunque a que a partir del año 2013 ha existido una disminución en las tasas de forestación de estas especies, no se ha llegado a una tendencia negativa.

Según el monitoreo realizado por CONAF, entre los años 2001 y 2019, ha existido una pérdida de bosque nativo de casi 450.000 hectáreas entre las regiones de Coquimbo y Magallanes (Lara et al., 2023), las que han sido sustituidas por plantaciones forestales, especialmente entre las regiones del Maule y Los Ríos (Echeverría et al., 2006; Aguayo et al., 2009; Zamorano-Elgueta et al., 2015; Heilmayr et al., 2016, 2020; Miranda et al., 2017; Lara et al., 2023). Según cifras oficiales, la pérdida de bosques nativos ha sido causada, principalmente, por su sustitución por plantaciones forestales (38 %), matorrales (28 %) y uso agrícola (20 %). A esto se suma la pérdida por incendios y procesos de degradación (Lara et al., 2023).

Junto con este impacto en los bosques nativos, las plantaciones forestales y su proceso de producción industrial también generan efectos en otros ámbitos, como en las emisiones de carbono, la disminución de los caudales y los incendios forestales de gran envergadura, lo que será revisado en el siguiente Análisis CR2.

La rápida pérdida de carbono de las plantaciones

Las plantaciones forestales capturan carbono al igual que cualquier tipo de vegetación. Sin embargo, como estos cultivos son cosechados en ciclos cortos (11-14 y 18-22 años para eucalipto y pino, respectivamente) mediante tala rasa de miles de hectáreas anuales (Altamirano et al., 2020), el carbono capturado regresa rápidamente a la atmósfera. Esto ocurre por: 1. la descomposición o quema de los desechos, 2. porque la cosecha está destinada en una parte importante a productos de vida corta (ej. pulpa, astillas, madera para embalajes) o 3. por los diversos procesos relacionados con la cadena productiva (ej. transporte) (Lewis et al., 2019).

Sin ir más lejos, los datos del Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero del Ministerio del Medio Ambiente revelan que los cerca de tres millones de hectáreas de plantaciones forestales han actuado consistentemente como una fuente neta de carbono (esto considerando tanto la cosecha como los incendios forestales). En cambio, la capacidad de captura de carbono en Chile depende, principalmente, de sus bosques nativos (Figura 1).

Figura 1. Balance de carbono (en millones de toneladas de CO2 equivalente) para el período 1990-2018. Se incluyen la captura y las emisiones para bosques nativos y plantaciones forestales en Chile. Los puntos son valores medios anuales y los valores atípicos corresponden a los megaincendios del año 2017. Se aprecia que las plantaciones forestales se han comportado como emisoras de carbono. Fuente: Gómez-González et al. (2023). Datos extraídos de: https://snichile.mma.gob.cl/wp-content/uploads/2022/06/Inventario_Nacional_de_GEI-1990-2018.xlsx

Respecto a la tala rasa, existe un gran potencial de erosión dependiendo del tipo de maquinaria a utilizar, topografía, tipo de suelo y época de cosecha. Además, la cosecha de plantaciones afectadas por incendios de alta severidad puede incrementar fuertemente la erosión de los suelos (Figura 2). Se ha cuantificado que la erosión puede alcanzar 31 toneladas por hectárea cada año, siendo la actividad forestal la principal causa de pérdida de suelo en comparación con otros usos (Alaniz et al., 2021). Banfield et al. (2018) encontraron tasas de erosión significativamente mayores en una plantación de eucaliptos de seis años en comparación a un renoval de bosque nativo aledaño, concluyendo que las plantaciones manejadas en rotaciones cortas promueven la erosión en vez de prevenirla.

Figura 2. Paisaje forestal tras diferentes eventos de tala rasa y eliminación de árboles quemados en Cauquenes, donde se puede apreciar la erosión del suelo. Cordillera de la Costa, Región del Maule, abril de 2017. Fotografía de Susana Gómez-González.

Disminución de los caudales

Respecto del impacto que las plantaciones forestales tienen sobre los recursos hídricos, diversos estudios demuestran que estas tienen una mayor evapotranspiración que los bosques nativos, lo que afecta negativamente los caudales de las cuencas en que se localizan (Little et al., 2009; Álvarez-Garretón et al., 2019; Martínez-Retureta et al., 2020). Esto ocurre, principalmente, por la gran densidad en que son plantados, teniendo un impacto directo sobre la población que denuncia la escasez hídrica, siendo este un aspecto especialmente crítico en la relación de las plantaciones con las comunidades mapuche (Torres et al., 2016).

Un reciente estudio analizó 25 cuencas forestales de más de 20.000 hectáreas cada una en la zona centro-sur de Chile y estimó un descenso del 18 % del caudal anual (adicional al efecto de la sequía), a nivel de cuenca, al incrementar en un 50 % el área de cobertura de plantaciones (Álvarez-Garretón et al., 2019). En tanto, otros modelos ecológicos que consideran un escenario de cambio climático proyectan que el incremento de la forestación con Pinus radiata intensificará el descenso de la provisión de agua en el futuro en la región mediterránea de Chile (Galleguillos et al., 2021).

Paisajes homogéneos e incendios

Desde el año 2010 han ocurrido más del 80 % de los megaincendios en Chile, concentrándose principalmente entre las regiones del Maule y del Biobío. Condiciones meteorológicas más extremas, la megasequía y un paisaje homogéneo con una alta carga de combustible asociado a masivas plantaciones de Pinus radiata y Eucalyptus spp., han favorecido la ignición y propagación de incendios de gran magnitud, sobrepasando la capacidad de control y supresión de los organismos técnicos (Urrutia-Jalabert et al., 2018; González et al., 2018; McWethy et al., 2018, Bowman et al., 2019; Moreira et al., 2020; Wunder et al., 2021; González et al., 2024; Cordero et al., 2024).

Según las estadísticas de incendios forestales de CONAF, en el año 2023 el 52 % del área quemada fueron plantaciones forestales y el 15 %, bosques nativos. En un estudio reciente se muestra que la contribución relativa de las plantaciones forestales a los incendios en Chile ha ido incrementando con el tiempo (Gómez-González et al., 2023), teniendo su máximo en el año 2017, donde se afectaron más de 500.000 hectáreas.

CONAF indica que el porcentaje de causalidad de incendios ha sido de un 54 % accidentales y un 34 % intencionales a nivel nacional (2003-2023). Para la última temporada (2023-2024), el porcentaje asociado a causas intencionales se ha mantenido similar (33 %). Si bien el origen de los incendios es principalmente antrópica, ya sea por accidente o intencionalidad, el cambio climático y la homogeneidad, continuidad y carga de combustible en el paisaje son factores clave que determinan la severidad y tamaño de estos eventos (McWethy et al., 2018; González et al., 2018; Urrutia-Jalabert et al., 2018; Gómez-González et al., 2018, 2019; Bowman et al., 2019; Moreira et al., 2020; Pozo et al., 2022; Cordero et al., 2024).

Considerando lo anterior, es urgente establecer estrategias proactivas e innovadoras que incluyan la restauración para reemplazar parte de las plantaciones forestales de forma de interrumpir la homogeneidad del paisaje, y generar cambios directos en el manejo y carga de combustible. Esto con el objetivo de avanzar hacia paisajes más heterogéneos donde se alternen diferentes usos del suelo, otorgando una mayor resiliencia social y ecológica frente a los grandes incendios (Atchley et al., 2021).

¿Forestar con plantaciones?

El uso de plantaciones forestales como principal estrategia para mitigar el cambio climático ha sido ampliamente criticado por la comunidad científica a escala global, dado que la forestación de hábitats que naturalmente no tienen árboles tiene impactos negativos en la biodiversidad y en servicios ecosistémicos clave, como la provisión de agua y la polinización, además de incrementar el riesgo de grandes incendios que devolverían el carbono a la atmósfera (Veldman 2019; Gómez-González et al., 2020; Holl & Brancalion 2020; Leverkus et al., 2022). Similarmente, la reforestación o sustitución de otros usos de suelo con monocultivos forestales, especialmente en regiones donde ya existen extensas y continuas masas forestales, incrementan el riesgo de grandes incendios y consecuentemente las emisiones de carbono a la atmósfera.

Es por estas y otras muchas evidencias científicas que la nueva Ley Marco de Cambio Climático establece que el Estado no incentivará los monocultivos forestales, sino que impulsará (a través de incentivos a pequeños y medianos propietarios) la restauración de bosques y otros ecosistemas nativos, y así pasar de paisajes homogéneos a paisajes más heterogéneos y resilientes a los incendios y sequías.

Referencias

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Nota de edición: En el primer párrafo de la última sección se reemplazó «Los suelos sin cobertura arbórea, por otro lado, pueden jugar una importante función como cortafuegos naturales» por «similarmente, la reforestación o sustitución de otros usos de suelo con monocultivos forestales, especialmente en regiones donde ya existen extensas y continuas masas forestales, incrementan el riesgo de grandes incendios y consecuentemente las emisiones de carbono a la atmósfera».