- Según el Informe a las naciones desarrollado por investigadores del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2 de la Universidad de Chile, la megasequía y el cambio climático han sido la principal causa de la crisis hídrica de la última década en las cuencas del centro y sur de Chile.
- En un escenario adverso, la mayoría de estas cuencas experimentarán de forma permanente niveles altos y extremos de estrés hídrico a mediados de este siglo debido al crecimiento tendencial del consumo de agua.
Por: Comunicaciones CR2
“Los usos de aguas superficiales y subterráneas se acercan o sobrepasan la disponibilidad hídrica en cuencas de Chile centro-norte. Esto genera impactos socioeconómicos y ecológicos, y plantea un dilema intergeneracional al encaminarnos hacia el agotamiento de las reservas (o día cero)”, advierte el informe, “Seguridad hídrica en Chile: Caracterización y perspectivas de futuro”, presentado en noviembre pasado por el Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2.
En el informe, se exponen además los niveles de seguridad hídrica durante el siglo XXI en un contexto de cambio climático, y entrega recomendaciones específicas para avanzar hacia la seguridad hídrica, considerando la realidad territorial en términos de uso, disponibilidad y gobernanza del agua.
En términos simples, la seguridad hídrica se define como la posibilidad de acceder al agua en cantidad y calidad adecuadas para el sustento humano, la salud y el desarrollo socioeconómico, considerando las particularidades ecosistémicas de cada cuenca y promoviendo la resiliencia frente a amenazas como la sequía, crecidas y la contaminación.
El estado actual de Chile, descrito en el informe, establece que los altos índices de estrés hídrico en Chile central, donde la principal fuente de abastecimiento es agua fresca superficial, sugieren que la zona central del país estaría cerca de un “día cero”, descrito como el momento en que ya no se puede satisfacer la demanda de agua por falta de disponibilidad.
En cambio, el día cero absoluto, es el momento donde además de las fuentes superficiales, se agotan las reservas subterráneas. Según el informe, “a diferencia del tiempo que toma agotar el agua de un embalse superficial, estimar el tiempo para agotar las reservas subterráneas y alcanzar un día cero absoluto es incierto, ya que depende de variables que son difíciles de cuantificar con precisión, como el volumen del acuífero, además de la tasas de recarga y extracción de aguas subterráneas”.
Sin embargo, el agotamiento parcial o total de los acuíferos representa un daño medioambiental extremo debido a los largos tiempos de recarga. El informe establece que “esta situación plantea, también, un dilema de justicia intergeneracional ya que, de no revertir el uso no sostenible de estos recursos, una futura generación será la que enfrente los impactos de una perturbación mayor de los acuíferos”.
Si bien estas son estimaciones gruesas, proporcionan un orden de magnitud de varias décadas a unos pocos siglos para alcanzar un día cero absoluto en la capital de Chile.
La investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia CR2 y coordinadora del informe, Camila Álvarez, sostiene que el consumo de agua en los años de megasequía ha sido a costa de la explotación de fuentes subterráneas, lo que está causando un descenso sostenido de estas reservas y nos encamina hacia un agotamiento total de recursos hídricos o “día cero absoluto”.
“Si consideramos los usos actuales de agua en la cuenca y una proporción de uso subterráneo con respecto al uso total entre 30 y 65%, el tiempo para agotar el acuífero sería de entre 50 y 200 años. Si bien estas son estimaciones gruesas, proporcionan un orden de magnitud de varias décadas a unos pocos siglos para alcanzar un día cero absoluto en la capital de Chile”, explica la investigadora.
En este sentido, advierte que “en un escenario adverso de menor disponibilidad hídrica y de mayor uso del agua, es probable que la mayoría de las cuencas de la zona centro y norte del país experimenten de forma permanente niveles altos y extremos de estrés hídrico a mediados de este siglo”.
Añade, además, que “hacia fines del siglo XXI se proyectan condiciones similares a aquellas de la megasequía, pero de forma permanente, con disminuciones de precipitación cercanas a un 30% y una menor capacidad de almacenamiento de nieve en los Andes. Este escenario supone una importante disminución en la disponibilidad hídrica superficial, particularmente durante el verano, cuando hay una mayor demanda de agua, lo que representa un riesgo para la industria agrícola y la seguridad alimentaria”.
Por otra parte, Juan Pablo Boisier, investigador del CR2, académico del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile y también coordinador del informe, coincidió en que las proyecciones futuras de agua para Chile en un contexto de cambio climático son más bien negativas. “En general, el escenario es adverso, en el sentido de que nosotros ya sabemos que tenemos una señal de cambio climático que nos lleva a menor disponibilidad hídrica en la zona central de Chile”.
El investigador plantea también que: “podríamos tener una condición parecida al de la megasequía, pero en un régimen permanente, no solo de años, sino que realmente ese va a ser nuestro clima, lo que conlleva mucho impacto para el estrés hídrico”.
Estado actual Chile
La coordinadora del informe, Camila Álvarez, explica que que “en una perspectiva histórica de más largo plazo, las tendencias de las últimas seis décadas indican un incremento importante en los niveles de estrés hídrico en la zona central de Chile. Este incremento se asocia, en primer lugar, al aumento en el consumo de agua y, en menor medida, a la disminución en la disponibilidad hídrica superficial. Durante este periodo, los usos de agua consuntivos se han duplicado, impulsados principalmente por el desarrollo de las industrias agrícola y forestal”. De hecho, según los datos estudiados en el informe, Chile duplicó su uso de agua desde 1960 hasta la actualidad.
Respecto a la situación actual, en tanto, el trabajo indica que “la megasequía está directamente relacionada con los niveles de estrés de las cuencas de esta zona. Sin embargo, el aumento en los usos ha sido el factor preponderante del aumento en estrés en el largo plazo”.
Esta megasequía, añade la investigadora, es causada en parte por la variabilidad climática natural, pero se superpone y agudiza “una tendencia observada durante varias décadas hacia un clima más seco en Chile central, que asociamos a una señal de cambio climático”.
Las cuencas de Elqui, Limarí, Petorca/La Ligua, Aconcagua, Maipo y Rapel, así como aquellas ubicadas en la zona costera de las regiones de Valparaíso y O’Higgins, son las que enfrentan una realidad más crítica hoy. “La mayoría de las cuencas entre las regiones de Coquimbo y del Maule han experimentado niveles altos a extremos de estrés hídrico durante la década de 2010-2020. Esta situación está directamente vinculada a la megasequía y a la menor disponibilidad hídrica particular de este período, pero se agrava sustantivamente debido a niveles elevados de uso de agua en estas regiones”, detalla Camila Álvarez.
Código de aguas y caudal ecológico
El informe establece en sus conclusiones que el caudal ecológico resguardado en Chile es insuficiente para cumplir con los requisitos ambientales mínimos, provocando una degradación y modificación seria de los ecosistemas acuáticos.
Este caudal fue incluido en el Código de Aguas en su modificación en el año 2005, donde se establece que todo nuevo derecho de aprovechamiento de agua superficial debe resguardar un caudal ecológico, definido como el mínimo de agua que debe mantener una fuente superficial.
En la normativa actual, este caudal mantiene un límite máximo del 20% del caudal medio anual de las cuencas, lo que obliga a entregar entre el 80 y el 100% de los derechos de aprovechamiento de aguas superficiales.
Según el informe, a pesar del avance en la norma, este resguardo no cumple con requisitos ambientales mínimos y permite “usos de agua asociados a niveles extremos de estrés hídrico”. Además, detalla que “si se otorgarán y ejercieran todos los derechos de aprovechamiento de aguas superficiales permitidos por ley, todas las cuencas de Chile tendrían indicadores de estrés hídrico superiores al 80%, lo que se asocia con un nivel extremo de estrés hídrico”, por lo que el resguardo del caudal ecológico, en particular, no cumple con requisitos ambientales mínimos.
Otro de los problemas que releva el informe es que los derechos de agua superficial y subterránea se asignan como valores absolutos fijos en el tiempo, sin considerar cambios a largo plazo en la disponibilidad de agua ocasionados por el clima. Por otra parte, la declaración de zonas de escasez hídrica exime el resguardo de los caudales ecológicos y propicia la mantención de los usos de agua que existían en épocas de mayor disponibilidad, por lo que su aplicación sucesiva promueve condiciones estructurales de sobreuso y degradación de los ecosistemas.
Cabe destacar además, que las modificaciones al Código de Aguas no son retroactivas. Esto implica que los 370 m3 /s otorgados como Derechos de Aprovechamiento de Agua (DAA) superficial antes del año 2005, que corresponden al 72 % del total otorgado al presente, no se modificaron para incluir el resguardo de caudales ecológicos.
Recomendaciones
Dentro del informe, se presentan también recomendaciones para aumentar los índices de seguridad hídrica de Chile, entre las cuales destaca:
Modificar el artículo 129 bis 1° del Código de Aguas que define el caudal ecológico, eliminando el límite superior del 20 % del caudal medio anual.
También en el mismo aspecto, se menciona la urgencia de modificar el Decreto 71 del Ministerio de Medio Ambiente, que define los criterios para el cálculo del caudal ecológico, adoptando una formulación que considere los niveles mínimos de resguardo ecosistémico y la variación estacional natural de los cauces.
En esta línea, el informe además propone metas de seguridad hídrica en la política pública, a partir de un indicador objetivo de nivel máximo de estrés hídrico tolerable en las cuencas, el cual considere los impactos de sobrepasar dicho nivel en la sociedad y en los ecosistemas. “El objetivo de limitar el estrés hídrico, junto con metas enfocadas en otros aspectos de la seguridad hídrica (acceso, calidad, priorización de usos, etc.), deberían orientar de forma transversal los distintos instrumentos de política pública, así como los programas políticos y sectoriales”, propone la investigadora del CR2, Camila Álvarez.
Te invitamos a conocer más en el informe Seguridad hídrica en Chile: Caracterización y perspectivas de futuro.