(La Tercera, 23 de marzo) Proyección dice que lluvias en el sur caerían hasta 58% y temperatura en zona central subiría hasta 4 °C. En Santiago, la máxima tendrá 2 °C más en 2050.
Por Cristina Espinoza
Para la dendrocronología, que estudia el ambiente del pasado en los anillos de crecimiento de los árboles; un anillo más ancho representa una época lluviosa. La sequía, al contrario, muestra anillos más delgados y es precisamente, lo que se ha visto en los últimos años en los troncos de los árboles de la zona centro-sur. “Tanto la reconstrucción de precipitaciones como el índice de sequía, muestran que en los últimos 100 a 150 años, los árboles nunca estuvieron creciendo tan poco o mostraron tanta sequía como ahora”, dice Carlos Le Quesne, investigador del Laboratorio de Dendrocronología de la U. Austral.
La culpable, dicen los expertos, es la variabilidad natural, fenómenos que cada cierto tiempo afectan la cantidad de precipitaciones. Pero también asoma otro sospechoso: el cambio climático global, cuyas proyecciones para el país indican un futuro más cálido y seco. La actual sequía, para algunos investigadores, ya puede ser una señal (ver nota página 4).
La Dirección Meteorológica de Chile (DMC) publicó este mes los resultados de la simulación del clima que se proyecta para el país entre 2030 y 2059; el análisis más detallado sobre el futuro del clima en Chile y del impacto del cambio climático, y que requirió dos años y medio de trabajo.
De ahí se desprende que cualquiera sea el escenario de emisión de gases de efecto invernadero (GEI) -independiente de que los países acuerden bajarlos o que sigan contaminando al mismo ritmo-, el clima en Chile va a cambiar.
Ricardo Alcafuz, jefe de Investigación y Meteorología Aplicada en la DMC, y quien estuvo a cargo del análisis, explica que las temperaturas mínimas y máximas van a subir, en prácticamente todas las estaciones y en todo el país, sobre todo en la cordillera. “Sólo se ve neutro el mar e incluso negativo en la costa peruana”, dice.
El mejor escenario indica, por ejemplo, que la temperatura media máxima en Valparaíso pasaría de 17,9 °C (el promedio de las máximas entre 1970 y 1990) a 20,9 °C hacia 2030, y a 22 °C al 2050. En Santiago, para la misma fecha, la temperatura máxima aumentaría 2 °C. Cifras que corresponden a un promedio, por lo que habría épocas en que el aumento sería mayor.
Lo peor, señala Alcafuz, es la disminución de las precipitaciones. “En el escenario base comparado con el peor, toda la zona sur y parte de la central tienen una disminución terrible de la precipitación, del orden de los 400 mm. Si a Temuco (promedio 1.147 mm) le restas 400 mm, el déficit es enorme y estamos hablando de poco tiempo más”, dice.
Para Concepción, en los siguientes 15 años, la precipitación bajaría entre 2,6% y 44%, y hasta 50% en 2050. En Santiago, las lluvias caerían hasta 57% en 2030 y 66% en 2050. En la Serena, entre 60% y 90%.
“Los datos de precipitaciones confirman lo que ya sabíamos: en la región centro-sur, desde La Serena a Coyhaique van a disminuir. Para Concepción 400 mm es un 40 ó 50% menos. Es muy significativo”, dice Maisa Rojas, investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2). “No hay que esperar a fin de siglo para que la señal de cambio climático aparezca”, dice. “Lo que ocurre hoy con la sequía sugiere, aunque no con pruebas científicas, una fuerte señal antropogénica”, agrega.
Sufren los glaciares
El cambio en la intensidad de las sequías y lluvias será notorio y los primeros en sufrir son los glaciares, reservas de agua que ya están en retroceso. “Los estudios recientes de cambios de temperaturas en Chile centro-sur (30-46°S), indican que las partes altas de la cordillera andina están calentándose en forma significativa, y que lo más probable es que ese calentamiento atmosférico continúe”, dice Andrés Rivera, glaciólogo del Centro de Estudios Científicos (Cecs).
Es esperable, agrega, que la línea de nieve de la cordillera se ubique cada vez a mayor altura, reduciendo las áreas donde cae nieve. Los glaciares seguirán perdiendo masa, incrementando el caudal de ríos de origen glacial, especialmente en verano. Esto sería útil en períodos de sequía si se toman las medidas para acumular agua, pero eso aún no ocurre.
Los cambios que ya son patentes
Según el estudio “Evidencia del cambio climático en centros urbanos chilenos”, liderado por Cristián Henríquez, de la U. Católica en 2013, en los últimos 30 años las temperaturas mínimas y máximas en las ciudades han aumentado. En Santiago, por ejemplo, los días de verano con temperaturas superiores a 32 °C subieron, en promedio, dos días por década, pasando de 11 entre 1961 y 1990, a casi 16 en la actualidad. La proyección para el futuro señala que estos podrían llegar a 30 días al año, aumentando la posibilidad de sufrir olas de calor.
El estudio de la UC señaló que se había producido un aumento máximo de 0,84 °C en la temperatura. Cifra que puede parecer baja, pero que puede tener consecuencias para la distribución de la flora y fauna, efectos en la desertificación y la línea de nieve.
Según Andrés Rivera, glaciólogo del Cecs, el alza de la temperatura y la actual sequía ya está afectando a algunos glaciares. “Debido a que la sequía ha sido frecuente en los últimos cinco a seis años, prácticamente todos los glaciares de Chile centro-sur han presentado balances de masa negativos acumulados. Esto se ha asociado además, con importantes pérdidas de área, retrocesos y adelgazamientos, generando un claro e indiscutible cuadro de deglaciación”, indica. Rivera explica que no todos los glaciares desaparecerán en el corto plazo, pero es muy probable que aquellos ubicados a menor altura (donde ahora llueve y no cae mucha nieve) y de menores dimensiones (como los glaciaretes), desaparezcan primero.
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