Las zonas centro y centro sur del país ya arrastraban, desde hace decenios, una tendencia a la disminución de las precipitaciones, de hasta 7% por década en algunos puntos, la que probablemente se mantendrá. Para el año 2050, el agua disponible en Chile se reducirá en un tercio en algunas regiones, según los modelos actuales, lo que extenderá los periodos de riego que se aplican hoy y se reducirán los cultivos más intensivos en agua, especialmente aquellos sin acceso a mejoras tecnológicas.
Por Marco Fajardo
Los períodos de sequía no son raros, se han repetido muchas veces, pero que el Gobierno haya tenido que declarar -en pleno invierno- como zona de emergencia agrícola a 17 comunas de la Región Metropolitana, es una muestra clara de la gravedad de la situación hídrica en el país. Una que no solo podría acelerar el abandono del campo, sino que además podría en el largo plazo en peligro el acceso al consumo de agua potable en la ciudades, todo unido a un encarecimiento del precio de los alimentos.
«Aunque eventualmente esta sequía terminará, la situación de estrés hídrico continuará», advirtió el académico de la Universidad de Santiago, Raúl Cordero.
Para el año 2050, el agua disponible en Chile se reducirá en un tercio en algunas regiones, según los modelos actuales, lo que extenderá los periodos de riesgo que se aplican hoy y se reducirán los cultivos más intensivos en agua, especialmente aquellos sin acceso a mejoras tecnológicas, según explicó el director del laboratorio PROMMRA del Departamento de Agronomía de la Universidad de La Serena, Pablo Álvarez.
Ante este escenario, Álvarez precisó que es indispensable iniciar «una nueva forma de pensar el territorio», ya que a pesar de los avances tecnológico, estos no logran «mantener lo que tenemos».
Antes de esta sequía, las zonas centro y centro sur del país ya arrastraban, desde hace decenios, una tendencia a la disminución de las precipitaciones, de hasta 7% por década en algunos puntos, la que probablemente -según Cordero- se mantendrá.
Lo complicado de la situación actual es que tener diez años secos, «una secuencia tan larga», es algo inusual, advirtió el subdirector del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile, René Garreaud.
Antes de la Región Metropolitana, las regiones de Coquimbo, Valparaíso y O’Higgins ya habían sido decretadas como las zonas de emergencia agrícola por la escasez hídrica. Es que, tal como ya dijo el ministro de Agricultura, Antonio Walker, existe un déficit de precipitaciones de 72% en la Región Metropolitana, provocando que este invierno sea uno de los más secos de los últimos 60 años.
Garreaud atribuyó la sequía a dos factores: el cambio climático (33%) y un calentamiento del Océano Pacífico en las costas de Nueva Zelanda (66%), que este especialista atribuye a causas naturales. «En el largo plazo nos vamos a seguir dirigiendo a una situación como esta y los impactos podrían ser similares a los que estamos viendo ahora. Probablemente se vayan exacerbando, porque el consumo (de agua) también está aumentando. Se ve preocupante», sentenció.
Chile es uno de los 18 países con mayor riesgo hídrico a nivel mundial, lo que quiere decir que el cambio climático nos afectará sin dudas, afirmó el sociólogo Rodrigo Faúndez, miembro del Movimiento de Defensa por el acceso al Agua, la Tierra y la protección del Medio ambiente (Modatima).
Para Faúndez, un problema clave es que la Dirección de Aguas ha entregado más derechos de agua de los que realmente hay disponibles en las cuencas.
A nivel nacional, el principal sector demandante de agua es el agrícola (irrigación), que consume más del 77%, seguido de la industria (9,1%), minería (7%) y agua potable y saneamiento (urbano y rural, con 5,9%), según cifras de Modatima.
En un país donde el 76% de la superficie está afectada por sequía, la desertificación y el suelo degradado -de cuerdo a un reporte de la Fundación Chile de 2018- han causado que en algunas localidades como Petorca o Putaendo, donde este año ya se han perdido más de 5 mil animales, haya comenzado una disputa entre las empresas y ciudadanos.
Faúndez precisó que con esta situación se amenaza la producción de alimentos -frutas, verduras, carnes- para el mercado local, dado que hay menos alimentos básicos disponibles, lo que encarece sus precios, afectando a toda la población.
«Esta sequía, al limitar la disponibilidad de un recurso, ha acentuado y visibilizado un conflicto por su acceso, que ha derivado en un debate sobre derechos y propiedad», añadió Cordero, para quien ya se puede hablar de una «microguerra del agua». «Esta es también una de las consecuencias del cambio climático: exacerbar conflictos sociales. Desafortunadamente, es probable que este tipo de conflictos se agudicen aun más en el futuro, a medida que el estrés hídrico empeore», advirtió.
Situación actual
Álvarez apuntó a un fenómeno de largo plazo, el calentamiento del océano Pacífico, como uno de los factores de esta «megasequía», que impide el tránsito de frentes cargados de precipitaciones que se mueven desde el sur al norte en periodos invernales. «El problema es que el océano tiene una inercia térmica importante. Eso quiere decir que demora mucho en calentarse. Por lo tanto no es un fenómeno de mucho más largo plazo, que alcanza a las costas chilenas en un periodo más largo y, como demora mucho tiempo en producirse, me refiero a décadas, lo mismo ocurre a la inversa. Es decir, que aunque las condiciones cambiaran repentinamente, este fenómeno va a permanecer un periodo más largo», recalcó.
Cordero coincidió en que esta sequía, como todas, es consecuencia de anomalías persistentes en patrones de circulación en atmósfera, debido a cambios en la temperatura de la superficie de océano. «Todas las regiones del mundo son afectadas por sequías y la zona central de Chile no ha sido la excepción, pero esta en particular, que ya se extiende por más de una década, es considerada la más larga registrada. No es frecuente que se produzca una sequía tan larga, así que se trata de un evento excepcional», subrayó.
Según sus datos, la zona central vive la década más seca desde que se tiene registros, marcada por una larga sequía que incluye años extraordinariamente secos, como 2011, 2018 y particularmente el 2019.
Es un evento comparable con sequías históricas que afectaron a la zona central en 1924 y 1968. Para Cordero, resulta llamativo el hecho de que ni siquiera los recientes fenómenos de El Niño (incluido este año) hayan podido cortar una racha de 10 años con precipitaciones bajo el promedio de largo plazo.
En cuanto a la relación con el cambio climático, Cordero cree que es probable que en la actual sequía haya jugado un rol significativo: «En general, alza de temperatura debido al cambio climático exacerba las sequías pues acelera evaporación de humedad en superficie, secando más el suelo que retroalimenta las sequías».
Además, alertó que los modelos climáticos prevén en el futuro un alza significativa en la frecuencia de sequías. «Esto significa que tendremos probablemente más sequías como esta en el futuro y debemos adaptarnos a ese escenario», que en el futuro podría «acelerar el abandono del campo y son un impulso a la migración hacia las ciudades».
Según datos de la Universidad de La Serena, en la Región de Coquimbo la sequía ya ha producido que la agricultura se reduzca en cultivos de ciclo corto -como las hortalizas y los cereales- y comience a afectar a los árboles frutales al extenderse.
Álvarez afirmó que los principales efectos de la sequía son el aumento de los incendios forestales, la reducción de los caudales de los ríos y los «golpes de calor», que causan un aumento repentino del consumo humano y agrícola.
Infraestructura resiliente
Si no se cuenta con un infraestructura adecuada como embalses, una situación de estrés hídrico podría, en el futuro, afectar el suministro de agua potable de núcleos urbanos. «Es lo que infamemente le sucedió a Ciudad del Cabo en Sudáfrica el 2018. Esta ciudad, después de una sequía de 4 años -paralela a un fuerte aumento de la demanda-, tuvo que racionar el agua potable», recalcó Cordero.
En el caso chileno, esto afortunadamente no ha sucedido, «ni esperamos que ocurra en grandes ciudades de la zona central en el corto plazo. Una de las lecciones que deja la situación actual es que, al menos, la infraestructura de embalses de la zona central ha sido suficientemente resiliente para sobrellevar esta sequía sin riesgo de abastecimiento de agua potable en grandes ciudades. Sin embargo, esto no significa que no haya que poner atención al tema y tomar medidas de adaptación», concluyó.
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