(La Estrella de Arica, 29 de marzo) La optimización del recurso hídrico y la educación ambiental son primordiales.
Por Estefani Carrasco
Las regiones del centro, sur y norte del país están siendo atacadas por fenómenos metereológicos: sequías que han llevado a que 191 comunas estén en emergencia agrícola; tormentas eléctricas, olas de calor e incendios forestales; y devastadoras lluvias en el norte que han desbordado ríos llevando a decretar estado de excepción en las regiones de Atacama y Antofagasta, 9 muertos y más de 20 desaparecidos.
Si bien estas situaciones no son atribuibles al denominado cambio climático aún, han demostrado que ante la fuerza de la madre naturaleza hay que estar preparados.
En Arica, al igual que en el resto de las regiones del norte de Chile, el panorama tiene relación con el aumento de las temperaturas y baja de precipitaciones, lo cual hace indispensable un plan de optimización y mejor gestión de los recursos hídricos.
Posibles lluvias
El profesor del Departamento de Geografía de la Universidad de Chile, Pablo Sarricolea, quien participa en un proyecto Fondecyt que seguirá indagando el Cambio Climático en la región, explicó que no existe un denominador común entre las sequías de la zona sur, las tormentas eléctricas del centro y las lluvias del norte chico.
«Dependen de procesos de circulación atmosférica diferenciados. Por un lado, en el sur tiene más relación con las corrientes polares, con los frentes; y lo que está ocurriendo en el centro norte con otros procesos que pueden ser los flujos amazónicos o estos núcleos de aire frío en altura, que fue lo que ocurrió en Copiapó recientemente», comentó.
Frente a este escenario en el resto del país, es razonable pensar que podría pasar en esta región, a lo que el investigador explicó que el flujo amazónico podría verse afectado en el altiplano hasta abril o incluso mayo, mientras que en la costa, los eventos podrían ser activados por algún núcleo frío en altura. «No hay certeza de cuándo ni con qué intensidad afectarán. Es imposible adelantar lo que va a ocurrir en estos próximos meses, sobre todo en un escenario de neutralidad entre El Niño y La Niña, pese a que se espera la fase de El Niño».
Sin embargo, Sarricolea comentó que es posible que El Niño se presente en el trimestre de invierno (junio, julio, agosto), de hecho, según los modelos estacionales de la Universidad de Columbia lo anuncian con un 72% de probabilidad, lo cual puede diluirse y no ocurrir, pero de haber evento, El Niño implicaría «lluvias durante el invierno en las zonas costeras cercanas a la normalidad o un 20% por sobre la precipitación normal. En pre cordillera y altiplano podría ser el comienzo de una sequía para la próxima temporada de verano».
Aumento de temperaturas
En la década de los 90, la Organización Mundial de Meteorología advertía del cambio climático en el planeta, el cual se estaba dando producto de las emisiones de gases de efecto invernadero advirtiendo que en Sudamérica habría aumento sequías, aumento de tormentas eléctricas y olas de calor.
Pablo Sarricolea junto a Hugo Romero Aravena han realizado un estudio (próximo a publicar) donde «se indican aumentos en las próximas décadas de 2° C en la zona costera y de entre 3°C y 4° C en la zona pre andina y altiplánica en los peores escenarios».
Como se puede ver en el mapa, las mayores temperaturas se presentan en Caquena, Uchusuma y la precordillera. El lago Chungará, Lauca y Surire, son los sectores menos sensibles a los cambios de temperatura.
La doctora en ciencias biológicas Eugenia Gayó fue una de las evaluadoras científicas para la contribución del Grupo de Trabajo I, en el marco del quinto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), y actualmente es investigadora adjunta del Centro del Clima y la Resiliencia (CR2). Ella coincide con el pronóstico de temperaturas para la región.
«En general, los modelos predicen que un aumento en las temperaturas se incrementarían significativamente (sobre 3°C) a fines del siglo XXI, particularmente en las altas elevaciones. Algunos modelos además indican que aumentarían los eventos extremos de calor. Independientemente del escenario de emisión de gases invernaderos que se use para modelar, el aumento en las temperaturas es un resultado que se replica en las proyecciones», comentó.
Menos precipitaciones
El panorama que se verá en cuanto a las proyecciones de las precipitaciones ha sido más dificultoso por limitaciones más bien técnicas, explicó la doctora Gayó.
«Sin embargo, los modelos muestran una importante reducción en las lluvias a través del Altiplano y en la región que equivale al sector pre cordillerano de Arica. Así, se ha simulado una reducción del orden del 10 al 30% con respecto a los montos actuales», comentó.
Por su parte el profesor Pablo Sarricolea manifestó que se pronostica una disminución en gran parte de la región «sobre todo en la zona altiplánica, esto para el 2080. Va a ser paulatina la disminución, nos encaminamos a periodos más secos en el norte y con aumentos de las temperaturas».
Este pronóstico hace indispensable la optimización del recurso hídrico.
«La competencia entre la minería, la ganadería, la agricultura y las actividades urbanas, va a tener un rol importante el recurso hídrico. Hay que tomar medidas para generar embalses, recarga de acuíferos y mejorar la infraestructura de riego. La clave del norte es hacer un mejor uso y gestión del recurso hídrico que es escaso. Todo lo que precipitó en Copiapó, la mayoría se perdió en el mar y nada de eso se va a aprovechar para consumo humano, agricultura ni minería», comentó Sarricolea.
Vegetación
Debido a la distribución de los distintos pisos ecológicos de la región que tienen relación con las precipitaciones que ocurren a través de una gradiente desde el altiplano a la costa, los cambios en los parámetros de precipitaciones y temperaturas afectarán los patrones ecológicos de la Precordillera y Altiplano.
«Dada la interrelación que existe entre agua subterránea, flujo de ríos y vegetación, parece probable que exista una contracción y disminución de la extensión de bofedales y vegetación ribereña. Lo mismo es válido para los humedales costeros», comentó la doctora Eugenia.
En este sentido, la disminución de los bofedales, tendría implicancias para la ganadería, pues se verían reducidas las principales áreas de forrajeo de animales. En tanto, «la disminución de los caudales en los ríos, además de afectar la ya deteriorada vegetación ribereña, podría traer serias consecuencias para agricultura, generándose una situación análoga a una sequía», dijo.
La doctora explicó que hay un estudio para la precordillera de Arica que muestra que los años menos lluviosos la cobertura vegetal se reduce y la composición de las comunidades biológicas se ve fuertemente alterada. «Tales cambios podrían además dejar áreas desprovistas de vegetación, suelos desnudos, que probablemente alterarían la estabilidad del paisaje, trayendo riesgos geológicos asociados, como mayor susceptibilidad a aluviones, derrumbes, etc.». La especialista recalcó que la magnitud y extensión de los eventuales cambios ecológicos, deben ser abordado explícitamente y en forma científica mediante estudios interdisciplinarios, «esto es una labor urgente, que debemos asumir en el corto plazo quienes trabajamos en Ecología de zonas áridas».
A cuidar el agua
Teniendo en cuenta la definición de cambio climático como las actividades humanas que alteran la composición de la atmósfera mundial, es necesario de políticas públicas y hábitos que deben implementar los gobiernos y la comunidad para atenuar el daño hacia la tierra.
«La educación ambiental es un eje importante para lograr concientizar sobre nuestros impactos en el sistema terrestre. Esto será clave para que en su conjunto la sociedad y quienes toman decisiones, logremos tomar medidas adecuadas para mitigar las consecuencias del cambio climático. Esto involucraría crear conciencia sobre el uso eficiente del agua a niveles domésticos, industriales y urbanos, uso de combustibles alternativos (no fósiles), evitar fertilizantes y preferir fertilizantes creados por reciclaje de materia orgánica, etc.».
La doctora agregó que en Arica, debido a la extrema aridez, la descomposición natural es prácticamente inexistente, y la acumulación de desechos podría incrementar exponencialmente.
Otro punto que mencionó la doctora tiene relación con promulgar leyes que incentiven la conservación y regularicen el uso de recursos hídricos. «Es urgente que se incentive el uso responsable y equitativo de las aguas, concientizando a las grandes empresas mineras y agrícolas de esta situación. En Arica, hay que regular las actividades agrícolas a gran escala, las cuales tienen una excesiva demanda por agua y es altamente probable que afecte el derecho para acceder a este recurso por parte de pequeños agricultores y habitantes de los valles».
La doctora manifestó que también es necesario que las políticas publicas «busquen incentivar la inscripción de pozos de aguas subterráneas. Esto es todo un tema en la región de Arica, donde es sabido (y se ha cuantificado) la existencia de pozos ilegales en la cuenca de Azapa, lo que reduce sustancialmente la disponibilidad de aguas».
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