Por Mauro E. González y Antonio Lara, académicos Instituto de Conservación, Biodiversidad y Territorio de la UACh e investigadores del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2; y Rocío Urrutia-Jalabert, investigadora adjunta del (CR)2.
El presente análisis resume una investigación que tuvo por objetivo determinar las reservas y tasas de acumulación de carbono en los bosques de alerce (Fitzroya cupressoides). En el contexto de cambio climático, la conservación y restauración de bosques con grandes reservas de carbono debe reconocerse como una contribución clave para alcanzar los objetivos nacionales y globales de mitigación del calentamiento global.
Los bosques son reconocidos como importantes componentes del ciclo global del carbono y han recibido una creciente atención durante las últimas décadas debido al cambio climático, pues constituyen una de las mayores reservas de carbono terrestre del planeta tanto a nivel superficial como en el subsuelo.
Aunque el secuestro de carbono[1] por parte de los ecosistemas forestales se ha convertido en un objetivo clave como medida de mitigación para contrarrestar las emisiones humanas de CO2, aún nos falta una mayor comprensión acerca de la capacidad que tienen los bosques antiguos para absorber carbono, y también del impacto que ocasionan el cambio en el uso de la tierra y los disturbios de gran escala (como incendios o erupciones volcánicas) sobre estas reservas de carbono.
Una reciente investigación publicada en la revista Frontiers in Forests and Global Change, la cual se resume en el presente análisis, tuvo por objetivo determinar las reservas de carbono y las tasas de acumulación en bosques de alerce (Fitzroya cupressoides), la especie arbórea más longeva del hemisferio sur. El estudio consideró distintos estados de desarrollo del bosque y diferentes tipos de disturbios a lo largo de las cordilleras de los Andes y de la Costa, y la depresión intermedia (ver figura 1).
Las reservas y tasas de acumulación de carbono en los bosques de alerce dependen esencialmente de la tasa de crecimiento de los árboles dominantes, las condiciones ambientales donde crecen y la etapa de desarrollo del rodal. Los disturbios y el uso y cobertura del suelo también juegan un papel importante en la regulación del almacenamiento potencial de carbono.
Tomando en cuenta lo anterior, el estudio señala que los antiguos bosques de alerce (considerando los árboles vivos, los árboles muertos en pie y los desechos leñosos en el suelo) alcanzaron una reserva media total de 507 toneladas de carbono por hectárea (Ton C/ha) en la cordillera de los Andes, 279 Ton C/ha en la cordillera de la Costa y 331 Ton C/ha en la depresión intermedia[2] (ver figura 2).
Así, el alerce aporta, en promedio, más del 80 % del almacenamiento total de carbono en las cordilleras de los Andes y de la Costa, y el 63 % en la depresión intermedia. El resto del carbono lo mantienen otras especies que son parte del bosque, como el coihue de Chiloé, el coihue de Magallanes y el canelo, entre otras. Las altas reservas de carbono presentes en la cordillera de los Andes se encuentran entre las más altas reportadas para diferentes tipos de bosque en el mundo, lo que se explica por la longevidad y los grandes diámetros de los alerces, la resistencia a la descomposición de la madera y la baja recurrencia de eventos volcánicos que permiten que los bosques alcancen un gran tamaño y longevidad.
Por otra parte, las tasas de acumulación de carbono difieren entre los bosques de alerce de las tres zonas estudiadas, lo que se debe, principalmente, a las diferentes tasas de crecimiento de los árboles y a las respectivas condiciones ambientales (ver figura 3). De esta manera, la tasa de acumulación de carbono más alta, en relación a lo almacenado respecto a la edad del bosque, se presentó en la depresión intermedia (0.67 Ton C/ha/año), seguida de las cordilleras de los Andes y de la Costa (0.38 y 0.18 Ton C/ha/año, respectivamente). Esto ocurre por el rápido crecimiento radial de los alerces en la depresión intermedia, presentando un aumento de 0,4 a 0,8 mm/año, en comparación con los 0,2 a 0,5 de la cordillera de la Costa y menos de 0,1 a 0,3 mm/año para la cordillera de los Andes.
Pese a que el crecimiento radial de los alerces de la cordillera de la Costa es más rápido que el de la cordillera de los Andes, presenta una tasa más lenta de acumulación de carbono. Esto que parece contradictorio, se debería a que los alerces de la cordillera de la Costa alcanzan una menor altura (y con condiciones de sitio más restrictivas) en comparación a la de los Andes, lo cual determinaría un volumen, biomasa y reservas de carbono más bajas.
En conclusión, los bosques de alerce son únicos y de importancia mundial en términos de su longevidad y biomasa, siendo clave no solo por su biodiversidad y por proporcionar servicios ecosistémicos críticos, sino también como centinelas del cambio climático y sumideros de carbono. Si bien el alerce es una especie amenazada que se encuentra protegida por ley, la fragmentación y deforestación sostenida de estos bosques durante las últimas décadas, especialmente en la depresión intermedia, y el incremento de su vulnerabilidad debido a la mayor ocurrencia de incendios antrópicos favorecidos por el cambio climático, exigen un esfuerzo adicional para proteger y restaurar estos ecosistemas.
Notas
[1] Secuestro de carbono en los bosques se refiere al carbono total acumulado en los árboles vivos y muertos a lo largo de siglos o milenios y se expresa como toneladas de carbono por ha (TonC/ha). En cambio, la captura de carbono se refiere a la cantidad de carbono absorbido anualmente debido al proceso de fotosíntesis menos el de respiración y se expresa como TonC/ha/año). Ambos se pueden utilizar para caracterizar los bosques en su rol de mitigación del cambio climático. Sin embargo, el hecho de que un bosque capture mucho carbono anualmente no contribuye efectivamente a la mitigación, si es que ese bosque va a ser cortado en el corto plazo.
[2] Es importante destacar que, en el caso de la depresión intermedia, las reservas de carbono de los bosques antiguos fueron reconstruidas a partir de las bases de restos de árboles cortados que aún permanecen en la zona, pues, lamentablemente, ya no existen bosques de este tipo en dicha área.